Si hay algo que puede llegar al fondo del corazón de los sevillanos es que alguien demuestre interés y admiración por su Semana Santa. Y si ese alguien es el Rey Felipe VI, seguro que a partir de ahora puede contar con el respeto, la admiración e incluso el afecto de muchos de los ciudadanos de la capital andaluza que se pasan gran parte del año preparando los pasos de las cofradías y hermandades durante el tiempo que se conmemora la Pasión y muerte de Jesucristo.
El Monarca sabía perfectamente que ir a Sevilla a un acto oficial de reconocimiento a una empresa que lleva 75 años fabricando productos de limpieza en lunes Santo, no podía ser algo aislado, sino que era obligado dedicar un tiempo a las procesiones previstas. Por ello, cuando terminó su visita a la ampliación de la fábrica de Persán, el Rey se desplazó a la sede de la Delegación del Gobierno en Andalucía para ver ver pasar desde el balcón de la Torre Sur de la Plaza de España la procesión de la hermandad de Santa Genoveva.
Los espectadores que estaban congregados para contemplar el paso de Jesús Cautivo no repararon hasta un poco después que el que estaba viendo la procesión era el Rey de España. Pero eso sí, cuando se dieron cuenta, los aplausos subieron de tono y superaron los que había provocado la presidenta de la Junta de Andalucía en funciones, Susana Díaz, al llegar a la sede de la Delegación del Gobierno en la Plaza de España.
Tras una pausa para el almuerzo, Don Felipe, acompañado también por el alcalde de la capital hispalense, Juan Ignacio Zoido, y el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, volvió a salir para ver a la Virgen de las Mercedes, nombre de su abuela paterna y sevillana de pro que no se perdía casi nunca los desfiles semana santeros ni la Feria de Abril ni los toros en la Plaza de la Maestranza.
Pero esta segunda vez, el Monarca no se contentó con ver la procesión desde arriba, sino que prefirió bajar a pie de calle para mezclarse con sevillanos y turistas que miraban sorprendidos al Jefe del Estado acercarse al paso de la Virgen de las Mercedes para contemplarlo de cerca.
Como anécdota curiosa, los comentarios hechos por muchos de los miembros de la cofradía que lamentaron que el palio que llevaba la imagen no era uno bordado que se está restaurando sino otro liso y menos lucido.
Don Felipe dedicó también un tiempo a conversar con los miembros de la hermandad que le explicaron todos los pormenores de la procesión durante una breve parada, en la que el Rey quiso saludar también a los costaleros por debajo de los faldones que ocultan la parte baja del paso. Algunos penitentes con capirote se acercaron a él para darle la mano mientras sonaba el canto de una saeta a lo lejos. Después, Don Felipe acompañó al capataz de la hermandad para verle golpear en el suelo con el llamador del palio y contemplar el momento de la «levantá», unos segundos en los que los costaleros tienen que volver a hacer el enorme esfuerzo de llevar a cuestas sobre sus hombros el peso inmenso del palio tras un breve descanso de pocos minutos. No ha faltado en ese momento un gesto súbito de fraternidad de un miembro de Santa Genoveva que ha colgado sobre el pecho del Rey la medalla de la hermandad. Como no podía ser menos.
No terminó ahí la historia. Del Parque de María Luisa, el Rey se fue a seguir viendo cofradías, algo que no hacía dese el año 1984, cuando los Reyes, sus padres, le trajeron a la capital andaluza para ver a la Macarena, cuando sólo contaba 16 años.
El paso siguiente fue ver los pasos de la hermandad del Museo, en la Capilla junto al Museo de Bellas Artes, adonde llegó andando desde la calle que lleva el nombre de su tatarabuelo, Alfonso XIII, entre aplausos y vítores de la gente que llenaba ayer las calles de las capital sevillana. Después de entrar en la iglesia de San Gregorio, sede de la hermandad del Santo Entierro, el Rey se fue a los palcos oficiales de la plaza de la Campana, en la entrada de la calle Sierpes, inicio de la carrera de todas las hermandades hasta la catedral. Y esta jornada «capillita» de Don Felipe, como llaman en Sevilla a los forofos de la Semana Santa, terminó en la Iglesia de San Andrés, para ver salir a los nazarenos y los pasos de la hermandad de Santa Marta. Una jornada que no pasará desapercibida ni para el propio Rey ni para los incondicionales de la Semana Santa sevillana.
Fuente:larazon