La plaza de Santa María Soledad Torres Acosta o plaza de la Luna ha sido hasta no hace mucho tiempo un compendio de la «Cara B» de la Gran Vía: prostitución, tráfico de drogas, robos, mendicidad... La puesta en marcha del proyecto comercial Triball y la colocación de cámaras de videovigilancia y unas instalaciones de la Policía Municipal en la misma plaza han suavizado la situación.

Pedro, vecino de la calle de Valverde y que trabaja en Santa María Soledad Torres Acosta, ha notado el cambio. «Llevo aquí cuatro o cinco años, y esto era asqueroso. Pero desde que pusieron la comisaría la situación ha cambiado muchísimo. Sigue habiendo prostitutas y yonkis, pero no tiene nada que ver con cómo estaba antes», asegura.

Nada más que hay que darse una vuelta para el barrio para comprobar que sus palabras encierran bastante verdad. Aun así, en la calle de Concepción Arenal, que une la plaza con la Gran Vía, contamos a diez meretrices a las nueve de la noche. Saben que por el mero hecho de estar ahí la Policía no puede actuar contra ellas. Todas están a pocos metros de una sauna-bar, que funciona como reclamo.

Otro personaje habitual es «Micky», que dice que ya no se pincha, que lo único que toma es metadona. Tiene la vida rota. Hace 20 años, nos contó este invierno, perdió a toda su familia en un accidente de tráfico. Ahora, seis meses después, volvemos a charlar con él. Tiene novedades sobre su vida: «Ahora soy padre de un niño de dos meses. Y vivo en Legazpi, de “okupa”. Mi chica y yo entramos dándole una patada a la puerta. Estamos pidiendo para pagarle los pañales al crío». «Micky» tiene la dentadura destruida y apenas se mantiene en pie. Insiste en que no se droga. Que tiene hepatitis, cirrosis y otras enfermedades que no quiere confesar, producto de la mala vida.

Código para vender droga

Al otro extremo de la plaza, unas zapatillas deportivas cuelgan de un cable aéreo de electricidad. «Indica que en este punto de vende droga. Es un código. Y que hay vía libre para comprar». Así lo explica un joven, apenas un chaval, que frecuenta el barrio con sus amigos, para hacer «botellón», sobre todo.

«Pero droga hay en muchos locales de ocio de por aquí. Son los mismos dueños los que ponen a sus “camellos” como porteros, para que faciliten el negocio», añade el chico.

FUENTE: www.abc.es