Sevillano que se interesó en la Hispalense por la criminología como vía para conocer mejor la sociedad, con sus investigaciones y su acercamiento directo al lumpen es experto en las políticas de prevención del delito y en todo lo que se oculta tras la inseguridad.

AQUEL niño nacido cerca de la Macarena y cuya infancia y adolescencia se desarrollaron en Nervión, con estudios en el Colegio SanMiguel, el Instituto Nervión y la Facultad de Derecho, es hoy un experto de referencia internacional en criminalidad, estudio de los delincuentes y políticas y leyes sobre seguridad. Con muchos contactos dentro y fuera de España. De padre cordobés y madre de Linares, que se conocieron en la Sevilla de los años 60, Juan José Medina, de 41 años, es el primogénito. Su hermano es guardia civil y su hermana psicóloga dedicadaa los recursos humanos. Vive en Manchester con su compañera sentimental y tienen una hija de dos años. "Ahora residimos cerca de un bar donde se tira buena cerveza Cruzcampo y emiten los partidos de mi Sevilla". Sus abuelos, desde Sevilla, ya forman parte de los que ven y hablan a la familia a través de Skype. 

-¿Qué le condujo a especializarse en criminología? 

-Derecho no fue mi primera opción. De pequeño quería estudiar Historia y Arqueología, me fascinaba el conocimiento de otras culturas. Eso me llevó a interesarme también por las ciencias sociales, pero mi familia no estaba muy por la labor de que yo estudiase Historia (no le veían muchas salidas) y no existía una licenciatura de Sociología en Sevilla. En aquella época, la movilidad del estudiante era incluso menor que la que todavía se da en España. Así que acabe estudiando Derecho como una tercera opción. Cuando, al ir acabando la carrera, surgió el Instituto Andaluz de Criminología, tuve la posibilidad de hacer lo que siempre quise: dedicarme al estudio de la sociedad, si bien con un foco en la cuestión penal y delictiva. La criminología en realidad tiene más que ver con las ciencias sociales que con el derecho. Estudiar la delincuencia ofrece un prisma interesante para conocer mejor el tipo de sociedad en el que vivimos. 

-¿Cómo compagina en Manchester su actividad académica y su estudio de la delincuencia? 

-He tendido a trabajar más con delincuentes que con gente del sistema de justicia. Conocer sus motivaciones, sus orígenes sociales, etc. Luego compartes tus conclusiones con profesionales de la policía, los servicios sociales y la justicia, y ellos las valoran; es un dialogo mutuamente enriquecedor. Ha habido experiencias muy diversas, dependiendo del proyecto de investigación. Homicidas y atracadores condenados y en prisión, maltratadores en espera de juicio, pandilleros en libertad, narcos ni siquiera conocidos por la policía... 

-¿Concibe su función de criminólogo como un experto en el mal al servicio de un bien de todos como es la democracia? 

-Se trata, como científico social, de contribuir a un debate sobre la delincuencia y la cuestión penal que sea más responsable y que profundice en la idea misma de democracia. Conlleva cuestionar concepciones maniqueas y demasiado moralizantes sobre la delincuencia y la respuesta social a la misma. Esto no es simplemente una cuestión de buenos y malos, como si fuera una película de John Wayne. 

-Realizó un pormenorizado estudio sobre las políticas españolas frente al crimen desde la promulgación de la Constitución de 1978. ¿Aciertos y errores, a su juicio? 

-Durante la Transición se avanzó muchísimo para dotar al país de un sistema ajustado a los valores de una sociedad democrática. Y, en buena medida, se evitó convertir a la cuestión penal en arma arrojadiza durante las campañas electorales. Sin embargo, hubo también sombras, como el caso GAL ilustró . Y, desgraciadamente, la tendencia al populismo por parte de las principales formaciones políticas del país ha aumentado de forma notable en el nuevo milenio. Desde que el presidente Nixon inició en Estados Unidos durante los 70 la moda a adoptar discursos electorales populistas en esta materia, el derecho penal se ha venido haciendo más punitivo en aquel país. Esta tendencia se ha repetido en otros países donde la clase política, tanto de derechas como de la izquierda (sobre todo desde la experiencia de Bill Clinton y Tony Blair), ha entrado en el mismo juego. Lo curioso del caso español es que el endurecimiento del derecho penal ha sido una constante casi lineal desde el inicio de la Transición. 

-Los casos que adquieren resonancia mediática, como los de las niñas Mari Luz Cortés y Marta del Castillo, inducen a los partidos a prometer cambios legislativos para endurecer las penas. ¿Qué opina? 

-El endurecimiento de la respuesta penal tiene un efecto muy limitado en los niveles de delincuencia. Existen formas más eficientes de controlar la delincuencia. ¿Por qué, a pesar de ello, la clase política entra en este juego? A diferencia de en el pasado, ya no venden sueños de un futuro mejor en el que todos podemos creer. Nos venden el miedo y el mal del que nos van a proteger. En sociedades plurales y diversas, es más difícil encontrar un consenso sobre valores comunes, es complicado ponerse de acuerdo sobre lo que queremos como sociedad, y resulta más fácil aglutinar al votante sobre lo que no queremos (asesinatos, violadores, corruptos, etc.). Además, el político ha interiorizado un cierto nivel de miedo en determinadas cuestiones. De la misma forma que en el Reino Unido nadie se metía con Murdoch, muchos políticos no dicen lo que piensan sobre la cuestión penal porque creen que con esas opiniones pierden votos. Se han asumido como ciertos prejuicios sobre lo que la gente realmente quiere en materia de derecho penal, prejuicios que muchos estudios han venido a cuestionar. La gente no es tan punitiva como se piensa. 

-¿Qué funciona y qué no funciona en la prevención socioeducativa de los delitos? 

-Las tres líneas fundamentales de investigación destacan: la inversión en barrios marginalizados, la atención a familias necesitadas por medio de programas especializados, y los enfoques situacionales que tratan de hacer más difícil la comisión de delitos. Es importante una mayor coordinación entre las distintas administraciones y actores sociales, y una mayor inversión en evaluación. En España estas dos asignaturas fallan. No tenemos un plan nacional de prevención y no se evalúa nada, o casi nada. Con lo cual nos gastamos el dinero en iniciativas que no sabemos si sirven o no. 

-¿A qué conduce esto? 

-Tenemos demasiada gente en prisión, teniendo en cuenta nuestros niveles de delincuencia. Eso indica un país con poca protección social y una clase política demasiado interesada en tirarse los trastos a la cabeza en vez de trabajar de forma conjunta en solucionar los problemas. Estos factores también suelen explicar que, aunque España tiene un nivel objetivo de seguridad bueno (se cometen pocos delitos), los españoles tienen un nivel demasiado elevado de miedo al delito. 

-En ciudades como Sevilla, hay barrios que son guetos de marginación, con altísimo desempleo juvenil, en los que el narcotráfico intenta convertirse en referente para ganar dinero. ¿Cómo se remedia? 

-Estos guetos no son el producto del narcotráfico. Fueron creados por políticos y sectores privados, a veces movidos por buenas intenciones (proporcionar vivienda digna) y otras menos desinteresadas (ganar dinero fácil) o defendibles. Estamos recogiendo las consecuencias de acciones políticas sembradas hace varias décadas. ¿La respuesta? Políticas de desarrollo urbano más equitativas y sostenibles, que apoyan de forma especial las zonas tradicionalmente marginalizadas, y políticas de integración y acogida de los colectivos que segregamos en muchas de estas zonas. Es importante no demonizar o estigmatizar estos barrios o sus residentes. 

-¿Hay transparencia en España sobre los datos de criminalidad? 

-Muy poca, sobre todo si la comparamos con otros países desarrollados. O quizás no somos tan desarrollados. En Inglaterra, en www.police.uk usted puede averiguar los delitos cometidos en su barrio el mes anterior, se realiza una encuesta de victimación anual, los datos policiales se publican de forma desagregada y pronta (lo que ayuda a su reutilización por parte de investigadores), existen auditorías externas que vigilan la calidad del sistema estadístico… El nivel de la estadística criminal en nuestro país es muy pobre y lo peor es que en los últimos años ha empeorado y se publican menos datos, además difíciles de interpretar. 

-Ha estudiado el apogeo de la videovigilancia en Gran Bretaña. ¿Funciona o no para disuadir? 

-No, no sirve. Ninguna de las evaluaciones realizadas ha logrado documentar un impacto sensible en los niveles de delincuencia, si hablamos de videovigilancia en la calle. En Malaga, donde se ha evaluado una iniciativa de este tipo, tampoco se ha encontrado un efecto. Los únicos estudios que demuestran un impacto positivo es cuando se trata de cámaras de vigilancia en sitios concretos como aparcamientos o determinados establecimientos comerciales, donde sí ha servido para reducir los hurtos. También han tenido un efecto muy positivo en la reducción de accidentes de tráfico en carreteras. Pero a nivel general no ha tenido un impacto en la prevención de la delincuencia común en las ciudades y eso pese a su muy elevado costo económico. Mucha gente se ha forrado con este tema. 

-¿Qué rasgos del urbanismo influyen en la inseguridad ciudadana? 

-¡Todo influye! La fisonomía tradicional de las ciudades españolas ayuda a entender los bajos niveles de victimación en nuestro país. A pesar de lo que le digan, España es de los más seguros de Europa. Y eso tiene mucho que ver con nuestro diseño urbano. La urbanista americana Jane Jacobs decía que una calle es segura cuando la usa la gente. En España los barrios y las calles tienen usos mixtos, hay colectivos diversos usándolos constantemente (los críos que van al cole, la gente que va de compra, el jubilado que se pasea). No es como en Estados Unidos donde, por ejemplo, el barrio de negocios es una ciudad fantasma cuando las oficinas están cerradas y donde hay poco comercio local que estimule el uso de la calle, todos son gigantescos shopping malls. ¿Por que se roban tantas casas en Inglaterra? Todo el mundo vive en su casita adosada, sin rejas en las ventanas… no es tan fácil entrar en un bloque residencial a robar, donde es más fácil que un vecino te vea, como lo es entrar en una casa.

FUENTE: www.diariodesevilla.es