el apunte

Crisis que cambian concejales y apagan alumbrados


En Lugo, provincia de natural apacible, andan las cosas revueltas y como fuera de sí. No es solo culpa de cariocas, campeones y planes urbanísticos más o menos desajustados. Lo están en la economía, claro, pero también en los partidos, donde a las bajas de ayer suceden las altas de hoy, a la espera de ver qué ocurre mañana. En los partidos, según se infiere de sus guerras intestinas, se ha instalado la crisis, que es crisis de liderazgo, de principios, de proyecto social. Sí, las cosas andan tan raras que, fracasada la vía institucional, los propios empresarios han tenido que tomar la iniciativa para conseguir que el sistema de videovigilancia del polígono de O Ceao sea autorizado de nuevo. Tan manga por hombro están los asuntos públicos que en O Incio pretenden apagar el alumbrado público a las dos de la madrugada. En Lugo, sí, las cosas andan revueltas. Y oscuras.

El presidente provincial del PP, el senador José Manuel Barreiro, comprobó esta semana cuánto hay de verdad en el viejo aviso de que no hay dos sin tres. Parece que Barreiro estaba convencido de que no había, provincia adelante, mayores quejas en el reparto de prebendas en su partido que las suscitadas por los dos, aún recientes, nombramientos para puestos de confianza en la capital lucense. Y, claro, no era así. José Rojo y los otros concejales del PP en Monterroso decidieron dejar el consistorio y se fueron a sus casas. Hubo gestiones, negociaciones a uña de caballo y Barreiro recompuso, mal que bien, un grupo municipal de incierto resultado. No es improbable que el caso de Monterroso constituya algún récord en la muy agitada historia de la vida municipal española. Seguramente, al alcalde Gato, socialista con espolones, aún le duelen las mandíbulas de tanto como se ha reído. Claro que en su partido también andan las cosas revueltas, como lo demuestra la dimisión del portavoz socialista en Foz, José María García Rivera. Y en el Bloque. El nacionalismo gallego sigue en pleno proceso de descomposición/recomposición, y sus dos concejales en Vilalba decidieron irse a casa. Tareixa Burgo y Xosé Manuel Fernández se van del Concello y del Bloque, como han hecho otros Galicia adelante en el marco de la desfeita del nacionalismo.

Con los partidos en crisis, la gestión de los asuntos públicos no va por mejor camino. La alcaldesa de O Incio, Laura Celeiro, ha enviado cartas en las que comunica a sus vecinos que el alumbrado público se apagará a las dos de la madrugada; pide comprensión. Es una decisión que demuestra que la gestión de lo público ha entrado sin remedio en el terreno del disparate. La alcaldesa Celeiro quiere dejar las calles de su villa a oscuras. Otros ediles optaron por apagar algunas farolas; la alcaldesa de O Incio, no: ella, las apagará todas, salvo en días de fiesta y verbena.

Así las cosas, es evidente que a los políticos lucenses no les gusta Machado (Antonio). Si les gustase, lo tomarían como guía. «En paz con los hombres y en guerra con mis entrañas». Así se veía el poeta. No es este el caso más extendido en la política lucense, no. El que lo dude, que se lo pregunte al empresario Ángel López Lugilde, presidente de la asociación de O Ceao. Ante la probada incapacidad del gobierno lucense para conseguir la renovación del permiso para las cámaras de videovigilancia del polígono, López ha tenido que tomar la iniciativa y poner de nuevo en marcha los trámites. Y eso mientras los munícipes lucenses reconocen que el San Froilán 2011 le costó 322.000 euros al Ayuntamiento y anuncian un Arde Lucus cargado de gastos.

Las cosas están revueltas, sí. Y no es solo culpa de campeones y cariocas. Quizá tiene razón la alcaldesa Celeiro: ¡Para lo que hay que ver, mejor apagar la luz!

Tribunales.

La denuncia de Alpul contra Orozco por injurias se archiva y una multinacional exige por vía judicial 4 millones a la Diputación.

FUENTE:La Voz de Galicia