Un español que trabaja en la principal empresa audiovisual del gigante asiático disecciona los grandes cambios que viven la prensa y las redes sociales en el país

CCTV. Tanto en español como en inglés, estas siglas sirven para referirse a un circuito cerrado de televisión y avisar de que una zona concreta está sujeta a videovigilancia. De forma irónica, pero muy acertada, en China ese mismo acrónimo adquiere un significado muy diferente: China Central Television. El principal conglomerado audiovisual del país, con 16 canales nacionales y media docena más en lenguas diferentes al chino, es uno de los grandes vehículos de la propaganda gubernamental.

Con el auge económico del gigante asiático, la prensa estatal china ha seguido el ejemplo del sector empresarial y ha comenzado a expandir sus tentáculos por el mundo, tratando de replicar el éxito cosechado por cadenas como Al-Yasira y con el fin de contrarrestar la mala imagen del régimen de Pekín.

«Mostramos la realidad desde otra perspectiva», aseguran en un spot de CCTV News, el canal vía satélite en inglés. Para ello, China ha contratado a cientos de periodistas a lo largo y ancho del globo. Así, ha creado una red de corresponsales que informan desde lugares tan diversos como Misrata o Johannesburgo, y cubren zonas del planeta que los grandes medios globales dejan en la sombra. Otros no salen en la pequeña pantalla, pero dan vida a los canales que se emiten por satélite. Daniel Méndez (Gijón, 1982) es uno de los que desempeñan su labor en el canal en español, «que, por los intereses que China tiene en la región, mira mucho más a Latinoamérica que a España».

Sin embargo, este joven reconoce que el suyo es un mero trabajo de traducción y locución. «Los extranjeros no creamos contenidos, sólo editamos lo que nos llega de los canales en chino o del que se emite en inglés». No obstante, aunque Méndez no tiene que alabar al régimen salvo cuando caen en sus manos reportajes sobre asuntos espinosos, como Tíbet, reconoce que no es agradable sentirse parte del engranaje propagandístico. «Me presenté a las pruebas que hace regularmente CCTV porque se me acabó la beca con la que estaba en China y quería quedarme en el país. Descarté los medios españoles y la televisión ofrece buenas condiciones laborales. Luego, claro, cada uno lava su conciencia como puede».

Él creó Zaichina.net, un portal de noticias «de verdad» sobre China en el que profundiza sobre las cuestiones que están en el candelero «desde un punto de vista más académico». La web, que ya se ha convertido en una referencia para quienes están interesados en el país y que ha firmado un acuerdo de colaboración con las universidades Pompeu Fabra y la de Comunicación de China, «nace de la frustración de trabajar con medios españoles y chinos». Porque, en opinión de Méndez, ninguno da una imagen completa y certera del gigante asiático.

'Expertos extranjeros'

«La CCTV en español no la ve nadie porque es muy poco profesional y está muy mal hecha a pesar de que cuentan con muchos medios. En los contenidos es muy oficialista. Por su parte, los medios españoles dan una visión sesgada porque prevalece cierta prepotencia occidental y la China mala vende. Y el gran reto periodístico de este siglo es entender lo que sucede en este país», asegura. Claro que la censura y los continuos obstáculos que Pekín pone en el camino de los periodistas extranjeros complican la obtención de información veraz. «Es verdad. Yo no sufro la censura directamente porque se aplica a los contenidos en chino, que se filtran de nuevo en el canal en inglés, antes de llegar a nosotros, que ni siquiera tenemos acreditación de periodistas, sino un permiso como 'expertos extranjeros'», cuenta. La credibilidad de esa información, por lo tanto, es nula. «Tienen la etiqueta propagandística y les va a costar quitarla. Todavía están muy lejos del referente de Al-Yasira».

No obstante, uno de los temas que más interesa al asturiano es el de la revolución sin precedentes que vive la prensa china, empujada por el auge de las redes sociales, con Sina Weibo, el Twitter chino, a la cabeza. «En China no hay periodismo de verdad, pero los medios privados cada vez hacen cosas más interesantes. Nanfang Zhuomo, por ejemplo, publicó un reportaje sobre el escándalo del tráfico de órganos. En cualquier caso, Weibo es el medio más libre del país y en el que se generan los debates más interesantes».

Haihong Pang es una joven de Shanghai que se licenció hace un par de años en Periodismo por la prestigiosa Universidad de Fudan. Ella también coincide en que la información china tiene poco que ver con la extranjera. «No nos inculcan en la carrera la necesidad de buscar la verdad y poner al poder contra las cuerdas. Al contrario, se nos dice que tenemos una importante responsabilidad social y que tenemos que ayudar a mantener la estabilidad del país. Además, luego, en el ejercicio de la profesión, he descubierto que tampoco es fácil investigar a empresas, porque la mayoría de los reportajes de corte económico están pagados por quienes los protagonizan». En la Red, sin embargo, la situación es diferente.

Sin ir más lejos, el accidente del tren bala de Wenzhou ha sido uno de los comentados del ciberespacio chino y el evidente enfado de los internautas ha llegado a inquietar a la cúpula del poder. Debido precisamente al inusual aluvión de críticas contra los fallos de seguridad que provocaron el siniestro, que se han extendido desde las redes sociales chinas hasta los medios de comunicación controlados por la propaganda y la censura, el Gobierno anunció el miércoles el freno a la alta velocidad. «Suspenderemos de momento el examen y aprobación de nuevas construcciones ferroviarias», explicó en un comunicado, donde también indicó que se reducirá la velocidad máxima de los trenes y se revisarán las líneas existentes y las que están en construcción.

«Las redes sociales son lo más cercano a la democracia en China», comenta el sociólogo Xu Anqi. «Han cambiado la forma de pensar y de relacionarse de los chinos. Y aunque no las utilicen de momento para organizar protestas, sí que sirven para que circule información que, de otra forma, nunca vería la luz». Con casi 500 millones de usuarios, Internet gana fuerza política. En la Red se airean trapos sucios de todos los colores y, gracias a esa información, caen funcionarios corruptos o incluso se modifican leyes como la que regula las expropiaciones de viviendas. La población china no tiene voto, pero ahora el ciberespacio le ha dado voz.

«Noto un mayor malestar en los chinos, quizá por el deterioro de las condiciones económicas», analiza Méndez, con la mente puesta en los últimos datos de la inflación, una variable empeñada en marcar récords y encrespar ánimos. «Hace unos meses habría dicho tajantemente que un 15-M es imposible en China, pero ahora no estoy tan seguro. Nadie puede vaticinar qué va a suceder en este país».

FUENTE: www.elcorreo.com