llá por el año 2000 vivía en un condominio de departamentos ubicado en Tigre (Pcia. De Buenos Aires). El predio estaba cercado, y el acceso, custodiado por un servicio de seguridad privada.  

La cercanía de barrios de condición humilde, recomendaba habitar dentro de un “getto “. Dentro nos movíamos despreocupadamente, afuera, el termómetro que marca la seguridad personal, siempre estaba en mínimos casi insoportables.  

Finalizado el contrato con la empresa de seguridad y, en la búsqueda de su reemplazo, recibimos la visita del titular de otra empresa. Durante las preguntas y respuestas para interiorizarnos de las características del servicio ofrecido y sus costos, escuche de boca de este personaje, algo que para mi fue una revelación que me clarifico el panorama.  

Nos dijo, que en realidad lo que ellos ofrecen, es “sensación de seguridad” ya que la seguridad absoluta, casi no existe.  

A partir del año 2002, viviendo ya en Israel, pude entender este concepto.  

El primer gran cambio, fue precisamente sentir sensación de seguridad.

Podrán pensar que: o soy un fanático, o no estoy diciendo la verdad, ya que son bien conocidos los problemas de seguridad interior y exterior que padece Israel desde su creación.  

A pesar de ello, se hace necesario vivir aquí para comprobar y verificar que es una realidad y no una impresión personal. Basta con ver como circulan solos por las calles niños con envidiable educación vial, o deambulando jóvenes de ambos sexos, a altas horas de la madrugada mientras sus padres descansan plácidamente.  

Ciudadanos que no ocultan los lujos que pueden darse, circulando sin cuidado a cualquier hora, o ingresando a sus lujosos hogares con la tranquilidad de saber que nada les ha de suceder.

   

Quien piense que vivir en Israel es vivir en el paraíso, esta muy alejado de la realidad. El peligro existe y, graves sucesos que acontecen, nos lo recuerdan demasiado seguido.  

La delincuencia es un hecho pero, quienes la practican, no exhiben reacciones que denotan resentimiento social.

El ciudadano corriente en lineas generales es respetuoso de las normas de convivencia, pero también es cierto, que mucho tiene que ver, la existencia de un sistema judicial y de seguridad interior eficiente e incorrupto, del que nadie queda inmune, a la hora de pagar por su delito.  

Las reales amenazas externas son bien neutralizadas por un poderoso ejercito, del que no se duda, esta al servicio de toda la nación en defensa de sus intereses vitales.  

Volviendo al problema argentino en materia de seguridad, creí necesario citar el ejemplo israelí, para establecer una comparación con el objeto de identificar elementos, que sugieran los caminos a seguir y, lograr un clima de convivencia adecuado, que solo es posible si se percibe la “sensación de seguridad”.  

Llegar a este objetivo es tarea de todos, pero principalmente, de quienes tienen la obligación de instrumentar las medidas que conduzcan a ello. No es una tarea sencilla ni rápida y, requerirá de una dosis de paciencia para ver sus resultados.  

Seria aconsejable implementar un plan en etapas, en el que no debieran faltar acciones a desarrollarse en las siguientes áreas :  

Poder Judicial : Lograr su total independencia del poder político de turno, es su primera condición. Dotarlo de los recursos físicos suficientes y humanos de probada capacidad profesional para lograr un funcionamiento eficiente.

Cuerpo Legal: Revisar, corregir y/o crear un cuerpo de leyes, que sirvan para rescatar a los individuos que demuestren estar preparados para insertarse en la sociedad .También protectorio, para aquellos en los que se verifique la imposibilidad de corregir conductas inapropiadas. Para estos fines es vital contar con un sistema carcelario adecuado.  

Educación: se hace necesario revisar los planes de estudio en materia de educación cívica y, de ser imprescindible, adecuarlos con el fin de jerarquizar a las instituciones democráticas, hoy desprestigiadas. Crear un clima de convivencia, donde sean respetadas las normas establecidas.  

Restituir el orgullo nacional, se convierte en un objetivo primario y básico para hacer realidad lo anteriormente mencionado. Mentalizar las mentes jóvenes con conceptos básicos y necesarios para convivir en un grupo social.  

Todo habitante del suelo Argentino debiera entender claramente, que el bien tiene recompensa y el mal, castigo. Esto se logra con ejemplos reales.  

Seguridad Interior: Una fuerza de policía adecuadamente instruida en su formación cultural y profesional, es clave para recomponer su eficiencia y respeto social.  

Denunciar y condenar los abusos de poder, o utilizar su investidura y jerarquía, para tomar ventajas en el encubrimiento o ejecución de delitos , debieran ser penados con agravantes, cuyas condenas, superen a las aplicadas a los civiles.  

Las remuneraciones tendrían que ser acordes a la responsabilidad y riesgo que la función conlleva.

Seguridad Exterior: Sera necesario analizar objetivamente las hipótesis de conflictos reales. A partir de ello, planificarse las acciones que guarden proporción con las posibilidades y prioridades nacionales.  

Asignar partidas presupuestarias destinadas a estructuras de defensa, que no puedan cumplir con sus objetivos estratégicos de defensa, es desperdiciar recursos, que podrían ser mas útiles a los ciudadanos en otros rubros.

La sofisticada tecnología aplicada en la guerra moderna y, las acciones temerarias y brutales del terrorismo internacional, implican la asignación de recursos físicos de ultima generación y humanos de elevada capacitación. Si esto no es posible, dadas las limitaciones presupuestarias, es recomendable, suscribir acuerdos de defensa mutua con países amigos, conformando así, un bloque defensivo con un poder disuasorio convincente.

 

FUENTE: www.pysnnoticias.com