La muerte del ganadero Alberto Horacio Mariscal Baeza, ocurrida el pasado lunes 2 de mayo, luego de ser atacado por sujetos que pretendían robarle su pick up, en una de las calles de la colonia San Felipe, debe llamar la atención de ciudadanos y autoridades, toda vez que las circunstancias que rodearon este trágico suceso pone de manifiesto la desprotección de los habitantes que priva en la ciudad y el temor que hay para denunciar o ayudar.

Horacio Mariscal permaneció herido, tirado en la banqueta de la calle García Valdez a unos metros de la avenida División del Norte durante dos horas, sin que nadie se percatara de lo sucedido; tiempo suficiente para que se desangrara y perdiera la vida al llegar al hospital donde fue atendido.

Aparentemente él trató de impedir el robo de su vehículo, luego de que ya le habían robado otras unidades, sin embargo los ladrones lo atacaron y le hirieron con una arma cortante en el cuello. La camioneta no se la pudieron llevar porque tenía un dispositivo que corta la corriente.

Pasaron dos horas hasta que pasó una patrulla de la Policía Preventiva, y los agentes informaron a los cuerpos de emergencia para que enviaran una ambulancia.

Aún estaba con vida, sin embargo tanto los policías como los paramédicos perdieron minutos muy valiosos en sus maniobras, en vez de llevarlo de inmediato a recibir auxilio médico. De haber sido así, quizá lo hubieran salvado. Pero todo parece indicar que ni los paramédicos, ni los policías valoraron el momento crítico en que se encontraba el herido.

Es inconcebible que una persona muera desangrada en la calle de una colonia completamente habitada, con transeúntes y vehículos que van y vienen y con un cuerpo de seguridad privada que se supone debe realizar rondines y vigilancia permanente.

En efecto, la Asociación de Residentes de San Felipe Viejo A.C. (Aresafe), fundada en 1969, tiene entre sus funciones “vigilar vehículos y personas sospechosas y personas ajenas a la colonia”.

En su portal de presentación aseguran que realizan labores de vigilancia durante las 24 horas del día, los 365 días del año, dentro de su sector, que incluye precisamente el lugar donde fue atacado Horacio Mariscal y donde permaneció herido y sin ayuda durante dos horas.


Asegura Aresafe que cuenta con patrullas que no salen del perímetro que les corresponde “lo que nos facilita el tiempo de respuesta de tres a cinco minutos a cualquier punto del sector”, dicen ellos.

Presumen que las patrullas están equipadas con dos radios, el primero comunica directamente con su central y el segundo con la central de la Dirección de Seguridad Pública Municipal, contando cada una con 8 canales para Bomberos, Cruz Roja, Tránsito, etc.”

Se jactan de que cada patrulla tiene un teléfono celular para que los vecinos tengan comunicación directa con ella y lograr una rápida respuesta, además de contar con policías armados de academia.

¿En dónde estaban todos esos recursos a la hora del ataque a Mariscal Baeza y dos horas después?

Lo más extraño de todo esto es que según los vecinos del sector no es la primera ocasión en que son robados vehículos precisamente en esas calles, y no por bandas del crimen organizado, sino por delincuentes comunes que ni siquiera operan con armas de fuego, como fue en esta ocasión, sino con fileros y “puntas”.

Se trata de una banda que ha pasado desapercibida para los encargados de brindar seguridad en ese sector. La interrogante es si se trata de indolencia o ineficacia, lo cual sería muy grave, o lo peor, de una acción deliberada de agentes de esa corporación que estén coludidos con los ladrones; posibilidad ésta que sería imperdonable y que además ameritaría una investigación por parte de la Dirección de Seguridad Pública Municipal o directamente de la Presidencia Municipal, ya que éste es un servicio concesionado: Finalmente la dependencia responsable de la vigilancia recae en la Dirección de Seguridad Pública Municipal.

Lamentablemente en estos trágicos hechos concurren no solamente la ineficacia de las policías, sino también la apatía o el temor de la población que ha optado por replegarse, por no denunciar, ni participar, ni exigir.

La gente se plantea ante este asesinato y otras muertes similares quién sigue. Y muchos con resignado pasivismo manifiestan: a cualquiera nos puede ocurrir.

Otros cuestionan si vamos a quedarnos con los brazos cruzados ante la vorágine de la violencia que nos flagela.

Sí hay algo qué hacer. En estos momentos debemos reaccionar ante la tendencia de quedarnos callados por temor a represalias. La falta de apoyo entre los miembros de la comunidad facilita a los delincuentes cometer sus atracos. Hoy más que nunca es indispensable la solidaridad.

Esta acción conjunta debe ir acompañada de la exigencia, respetuosa pero muy firme, para que las autoridades cumplan con su función. Mantener la capacidad de indignación ante estas muertes debe incluir el reclamo dentro del estado de derecho para detener a estas bandas de ladrones. Algo han hecho con la captura de algunas de ellas en las que tristemente constatamos que operan menores de edad; pero los hechos nos indican que falta mucho por hacer.

 

FUENTE: www.eldiariodechihuahua.mx