Saad al-Dosri sólo puede soñar con tener una casa propia con su salario mensual de 5.000 riales (1.333 dólares) con su puesto de profesor en Arabia Saudí. 

A pesar de ser un ciudadano de uno de los países más ricos del mundo, el máximo exportador de crudo del mundo, Dosri trabaja como taxista por las noches para llegar a fin de mes, informó Reuters. 

"Tengo dos trabajos porque quiero ganar más dinero. Estoy más interesado en mis circunstancias financieras que en la vida política", dice con un suspiro mientras conduce su auto por el denso tráfico nocturno en Riad. 

Arabia Saudí es seis veces más rica que Egipto y en el 2010 generó un PIB per capita de 16.641 dólares, según datos del FMI, pero la mayor parte de esa riqueza está concentrada en una elite agrupada en torno a la gran familia real Al Saud que fundó el país. 

La enorme riqueza de la clase alta no repercute a la clase baja, y los sauditas comunes contrastan su situación con el consumismo de los ricos y sus múltiples mucamas, autos y vacaciones en el extranjero. 

Activistas y reformistas políticos se decepcionaron cuando el paquete de fastuosas donaciones anunciado por el Rey Abdullah el mes pasado no incluyó concesión alguna en materia de derechos políticos y ni siquiera mencionaba un muy anticipado recambio en el gabinete. 

Pero al igual que muchos jóvenes sauditas, a Dosri le importan poco los vientos de cambio político que soplan por gran parte del mundo árabe y se contentó con la serie de alzas salariales, mejoras en salud y otros incentivos financieros que el rey ha ofrecido. 

Economistas y expertos dicen que entre un 30 y un 50 por ciento de los sauditas tienen casa propia, pero la mayor parte de los jóvenes no son propietarios porque el salario mínimo requerido para obtener una hipoteca en el reino está fuera del alcance para la mayoría. 

Mientras tanto, los precios de las propiedades están en aumento, haciendo que sea cada vez más difícil para los sauditas tener su casa propia. 

Abu Bakr, de 32 años, un empleado de servicios de inversión en un banco saudita en la capital del reino, gana un salario mensual de 7.000 riales, pero se queja de que sólo ha tenido dos aumentos de sueldo en cinco años. 

Como trabaja en una firma privada, él quedó excluido de muchos de los beneficios que el rey sacó de su bolsa de regalos el mes pasado. 

"Riad es demasiado cara. Se necesita un mínimo de 500.000 riales para una casa pequeña y 300.000 riales para un departamento", dijo Bakr, mientras escribía en su computadora. 



PROTESTA SILENCIADA 

Arabia Saudita, un aliado de Estados Unidos, no ha visto el tipo de protestas masivas que han derrocado a líderes en Egipto y Túnez este año, y que ahora amenazan a Ali Abdullah Saleh en la vecina Yemen. 

Ante la enorme presencia de las fuerzas de seguridad por todo el país, casi ningún saudita en las grandes ciudades respondió a la convocatoria de protesta vía Facebook el 11 de marzo. 

"Creo que no hubo plan de protesta, ni movimiento ni red", dijo el comentarista saudita Jamal Khashoggi. 

"La situación en Arabia Saudita para empezar no es tan mala comparada con la de otros países en la región. La demanda de cambio político es llevada a cabo por intelectuales y la elite más que por la mayoría de la población", añadió Khashoggi.

Arabia Saudita es un país donde el espacio público es dominado por la familia real. Los partidos políticos y las protestas están prohibidos y no existe un Parlamento electo. 

Los príncipes mayores ocupan los puestos principales en el gabinete y algunos de ellos han estado en sus cargos durante más de cuatro décadas. 

Las manifestaciones en su mayoría se han restringido al este del país productor de petróleo, donde una minoría chiita ha montado una serie de protestas mayormente pacíficas en apoyo a los chiitas en Bahrein y a las libertades políticas en el reino. 

Los sauditas además se han reunido afuera del Ministerio del Interior en Riad para exigir la liberación de parientes presos. 



TEMAS ECONOMICOS 

Los gobernantes de Arabia Saudita han reconocido a la pobreza como un problema en el reino desde que Abdullah, como príncipe a la corona, visitó un distrito pobre de Riad en 2002. 

Las donaciones motivadas por los levantamientos en el mundo árabe son el más reciente esfuerzo por distribuir algo de la riqueza en una gran tierra que incluye pobre regiones montañosas y desérticas además de la extensión urbana de Riad, con sus interminables suburbios residenciales. 

El Gobierno consideraba que alentar a los sauditas a participar como accionistas de compañías estatales y privadas que cotizan en la bolsa sería un estímulo para sauditas comunes, pero las debacles financieras en 2006 y 2007 arrasaron los ahorros de muchas personas. 

"Independientemente de la situación política en la región, la economía es mucho más importante y es el centro del problema. Arabia Saudita no tiene la opción de reformarse económicamente y no se trata de cuándo sino de cuán rápido", dijo John Sfakianakis, economista de Banque Saudi Fransi. 

Pese a su riqueza, el país afronta un alto índice de desempleo, ya que el anticuado sistema escolar enfocado en la religión y en el idioma árabe no produce egresados que se esfuercen en encontrar empleo en firmas privadas. 

Muchos sauditas se ven forzados a trabajar como taxistas, guardias de seguridad privada u otros trabajos mal remunerados para llegar a fin de mes. 

El reino entrega beneficios sociales a sus 18 millones de ciudadanos, pero éstos son considerados menos generosos que los ofrecidos por otros productores de crudo del Golfo Pérsico como Kuwait y Qatar, que tienen poblaciones nativas más pequeñas.

FUENTE: opinion.eluniversal.com