Debido al clima de inseguridad y violencia que se vive en todo el país, en la Zona Metropolitana de Guadalajara han proliferado islas urbanas totalmente amuralladas llamadas cotos.

En la colonia Chapalita a las 6:00 horas llega el relevo matutino del guardia de seguridad privada de la caseta de ingreso de uno de estos cotos. Algunos vecinos aún duermen, pero otros están saliendo rumbo a sus trabajos, escuelas o al gimnasio. El guardia, como primera tarea del día, pinta una sonrisa en su rostro y despide a cada uno de los vecinos del lugar. 

Por la mañana, de las 6:00 a las 8:00 horas, casi nadie entra, todos salen, así que simplemente se dedica a decir adiós, explica el guardia de seguridad privada Salvador Pérez Estrada. “Después espero a que llegue mi compañero, que trae el desayuno, damos un rondín por las casas, por si acaso, y después nos sentamos muy a gusto a platicar y comer como Dios manda”, añade. 

José Cárdenas Marín, quien también es guardia de seguridad privada, dice que su trabajo es muy sencillo y que pocas veces han tenido que actuar, y eso sólo para pedirle a algún vecino que no haga ruido, porque molesta a los demás. 

La empresa para la que trabajan sólo les da el uniforme y un gas lacrimógeno por si llegara a pasar “algo”. Tampoco los capacita, sólo se les explica cómo usar el radio para comunicarse con sus jefes y después ellos se comunicarán con la Dirección de Seguridad Pública del municipio en el que se encuentren. Para empezar, ahí ya tardaron alrededor de 10 minutos en atender un llamado.

Los guardias privados se sienten desprotegidos; si es así, entonces ¿por qué los vecinos se sienten tan protegidos entre ocho paredes? Porque son cuatro del bardeado de todo el coto habitacional, más otras cuatro que tienen alrededor de sus casas.

El urbanista Mario Esparza Gutiérrez dice que los fraccionamientos son sinónimo de intereses económicos y no de ganas de construir una ciudad armoniosa. “La imagen que debemos tener presente sobre ciudad sustentable debe ser en crecimiento vertical, compacto y digno,  para generar una buena calidad de vida, respondiendo a las necesidades de la gente que los habita”.

 

Por otra parte, el crecimiento horizontal es el más inadecuado y genera costos en infraestructura altamente preocupantes, sin dejar de lado los tiempos de traslado en la ciudad, el tráfico vehicular, las zonas de imagen deteriorada y comercial, debido a la huida que emprende la sociedad del Centro hacia las periferias, señaló el urbanista egresado del Instituto Politécnico Nacional (IPN).

Para tener seguridad no basta con vivir en un coto privado, dice Francisco Guzmán Guzmán. “A mi casa se han metido a robar dos veces, vivo con otros estudiantes en un fraccionamiento que está cerca de Plaza Galerías, en Zapopan; nos han saqueado la casa, laptops, televisión, en su mayoría aparatos electrónicos. 

“Nos cambiamos por vivir en un lugar más chido y la verdad nos ha salido caro, pues los robos han sido a plena luz del día”, lamenta.

El guardia José Cárdenas Marín concluye que “la jornada laboral a la que estamos acostumbrados es fácil, pues ni a policías llegamos. Somos una especie de portero, cualquier cosa menos policías”.

FRASES:

"Nuestro trabajo consiste en levantar la pluma, decir adiós y cuando algún vecino necesita un plomero o que cambien un foco, ahí estamos"

José Cárdenas Marín, guardia de seguridad privada.

"Antes vivíamos en la Colonia del Fresno y ahí jamás nos robaron nada, seguro porque éramos del barrio"

Francisco Guzmán, habitante de un coto.

Pan de todos los días

Testimonio

“Vivir en un coto urbano me causa fastidio. A pesar de ser mi casa, me siento con más limitantes que cuando vivía en una colonia ‘normal’ en Hermosillo, Sonora. En Guadalajara les encantan las ‘vecindades para ricos’, aunque también podrían compararse con las pequeñas favelas brasileñas”, relata la administradora de empresas Karina Cortes Sandoval, quien vive en un coto ubicado sobre Avenida Guadalupe.

“Los vecinos te ponen mala cara hasta por estacionar tu automóvil dos centímetros a la izquierda de tu mismo lugar. Todo les molesta y hasta groseros son, nadie se ayuda, las juntas de vecinos son peor que un mercado; es por eso que ya no voy, al final nunca llegan a un acuerdo y lo que se hace es sin consentimiento de todos.  Aquí ni democracia hay. 

Karina confirma que vivir en un coto privado no garantiza la seguridad a los vecinos. “A los vecinos de al lado de mi casa los han asalto unas tres veces, siempre cuando se van de vacaciones. Alguien los debe tener checados, pues cuando regresan encuentran la casa patas pa’ arriba, y hasta pleito echan a los vecinos, como si a nosotros nos pagaran por cuidarles la casa. 

“Lo que han hecho últimamente es pedirle a sus sobrinos que cuiden la casa, los mocosos encantados, pues se ponen unas fiestas que hasta la Policía ha llegado por el ruido y todas las tonterías de jóvenes que hacen”. 

Éste es el panorama de uno de los muchos cotos que hay sobre Avenida Guadalupe, otra ciudad dentro de la misma Guadalajara. “Estéticamente ni bonito se ve, casas que comparten pared. Ni un pleito a gusto puedes tener, porque el vecino de al lado ya se enteró, y no se diga de la intimidad, pues aquí todo se escucha, nada queda a la imaginación”. 

Pese a reconocer toda esta serie de desventajas de vivir en un coto, Karina asegura que no podría regresar a vivir fuera de estos complejos habitacionales.

“Quejarme no soluciona las cosas, pues me resulta fácil pensar en todos los peros que hay en la calle: la inseguridad, las malas compañías para mis hijos, los peligros a los que los expondría, y no concibo la idea de regresarme a vivir a una colonia fuera de un coto.

“Yo no estoy de acuerdo con la fragmentación física de la sociedad y tampoco con la discriminación, pero el tejido social se ha fracturado en una gran medida. Los mexicanos  tenemos un gusto especial por la desigualdad y la separación de los otros. Mientras más lejos tenemos a nuestros iguales, mejor nos sentimos”. 

Una de las principales razones que impulsan a las personas a mudarse a cotos privados es la seguridad; sin embargo, también al interior de éstos los vecinos están expuestos.

“Cuando vives en un coto y te das cuenta que a otros vecinos los asaltaron, sabes que llegó lo inevitable, que los que no quieres adentro ya lograron penetrar las barreras que les has puesto; ni las cámaras, ni la pluma, los detiene, mucho menos la barda perimetral de 10 metros que edificaron alrededor de tu coto privado, que de privado no tiene nada”.

Aunado a la invasión de ampones, se suma la desconfianza en los guardias de seguridad privada.

“Si hablamos de inseguridad, en los primeros que desconfiamos son en los policías de la entrada, pues cuántos casos no se dan en la calle que ellos mismos son los informantes. Ellos que ven a qué hora entran y salen cada uno de los vecinos, cuántas familias hay, en dónde viven, cuántos miembros son en cada familia, etcétera”. 

En conclusión, para Karina “los cotos, al final de cuentas, son la representación de nuestros miedos, de una separación que también lo es de oportunidades para aprender valores como el respeto y la tolerancia”.

 

FUENTE: www.informador.com.mx