Lo importante es que la gente siga en el espacio público, que asista a lugares de gran convocatoria, como son las plazas o espacios de diversión y la calle misma

En enero de 1992 estaba recién llegado a Madrid para estudiar en la Universidad Complutense y establecí contacto con gente de diversos países de América Latina. España en ese entonces vivía la euforia de la liquidez y estaban en puerta los grandes eventos mundiales que la proyectarían como un país moderno que había dejado su pasado de carencia, polarización y resentimientos. Los Juegos Olímpicos de Barcelona mostrarían una Cataluña dispuesta a presentarse como tal antes que española; el Madrid Cultural ganaría esa distinción europea a golpe de esfuerzos de superación bajo el liderazgo indiscutible del socialista Felipe González y, finalmente, la Exposición Universal de Sevilla, que como la de París en 1900 convocaría al mundo a presentar lo mejor de su pasado y presente. México plantó en el recinto de la expo un sahuaro llevado desde el desierto de Baja California y Chile puso, para sorpresa de muchos, un pedazo de glaciar para alertar al mundo sobre el daño que estaba ocasionando el cambio climático a esta reserva. 

En los intersticios de estos momentos de modernidad estaban los frutos que recogía la socialdemocracia europea en los países latinoamericanos en guerra luego de un gran esfuerzo diplomático para desactivar estos conflictos y allanar el camino a la democracia de mercado que finalmente logró en Centroamérica. Gracias a esas políticas de cooperación llegaron a Madrid desde la selva colombiana jóvenes que dejaron las armas para iniciar un camino más civilizado por la vía de los libros y la investigación. Uno de ellos fue Antonio un arquitecto que reanudaría sus estudios universitarios con una obsesión teórica y empírica: descifrar un fenómeno que venía ocurriendo en las ciudades de su país, el constante aprisionamiento del espacio privado. Fue la primera vez que escuché hablar de la llamada "arquitectura del miedo" aun cuando la había visto multiplicarse en Sinaloa sin reparar en su contenido sustantivo. 

La arquitectura del miedo. 

En esta arquitectura, diferente a la del "terror" que tiene que ver con las prisiones, los ghettos se sintetiza la estética del proceso de deterioro que vivía ese País sudamericano producto del accionar de los cárteles de la droga, la guerrilla y gobiernos ineficientes. Los secuestros y el sicariato, el trasiego de droga y los atentados, como también el llamado terrorismo de Estado, habían hecho de Colombia un lugar inseguro donde la gente vivía intranquila porque temía lo inesperado. Igual que nosotros. 

Entonces, algo empezó a suceder en las construcciones de pobres y ricos, las bardas y alambradas se hicieron más altas; las ventanas y puertas se reforzaron con hierro cada vez más grueso; las alarmas antirrobo hicieron su aparición con su sensación de seguridad personal; se multiplicaron los cotos privados que venían acompañados de controles electrónicos y rondas de seguridad, como también no faltó un arma al lado de la almohada. Había que ganar a la inseguridad a flor de piel o al menos ponerle un coto, como bien recomendaba el nombre mercadotécnico. Las ciudades y viviendas adquirieron sutil y paulatinamente un aspecto carcelario lejos de esa imagen cándida y confiada que tenían las casas en las novelas de Tomas Carrasquilla o Gabriel García Márquez. 

Sinaloa, affaire 

Había surtido efecto el ambiente de incertidumbre, pero también la publicidad de las empresas de seguridad, que sutilmente ponían el mensaje de "si no hay seguridad en tu ciudad, al menos tenla en tu casa". Así lo invita la publicidad en Culiacán y Mazatlán o Los Mochis: "Somos una empresa responsable que busca brindar seguridad en donde se necesite para que así nuestros clientes tengan una tranquilidad absoluta". Añadían: "Ofrecemos asesoría, capacitación, atención psicológica e información para los policías, sus familias y las corporaciones de seguridad pública y privada". Y si hay alguna duda de las capacidades tecnológicas, está la empresa que ofrece la sofisticación: "satelital, Cctv, Gps, monitoreo electrónico, seguridad, seguridad electrónica, seguridad privada, sistemas de seguridad". O sea, ofrecen todo lo que los gobiernos no parecen tener. 

Pero, qué es lo que se encuentra detrás de esta relación miedo-consumo, y lleva a las personas y empresas, sobre todo aquellos con mayor capacidad de gasto, al reconocimiento y aceptación de la desprotección social. La ausencia de una de las pocas tareas que hoy tienen los gobiernos liberales, que ha llevado a un paulatino alejamiento de las personas del espacio público y a privilegiar los espacios cerrados sobre los abiertos. Basta preguntarse: ¿Cuántos hoy no prefieren reunirse en casa antes que en restaurantes o plazas? La respuesta es obvia. Cada vez hay más personas que se reúne en espacios cerrados para disminuir los riesgos de un ataque inesperado (como el ocurrido en ese bar de Mazatlán donde la gente disfrutaba la final de futbol sub-17). 

Quizá, ahí, radica la clave para entender lo importante que es que la gente siga en el espacio público. Encontrándose a pesar de los riesgos que implica estar sentado tomando una cerveza viendo caer el atardecer. O asistir a lugares de gran convocatoria, como son las plazas o espacios de diversión y la calle misma. 

Incluso, soy de los que cree que detrás de esa actitud de criminalización contra un sector de jóvenes mazatlecos que exigen espacio para seguir en el espacio público, "pisteando", sin las exageraciones y absolutos que le han puesto algunos analistas y funcionarios públicos, no sólo hay una mala lectura –afortunadamente, el Diputado Carlos Felton ha puesto los puntos sobre las íes, recomendando antes que persecución, contacto – sino un error político, ya que con estas actitudes se busca enviarlos al espacio privado. A guetos. Lo publico aun con los riesgos de los excesos es mejor que una sociedad arrinconada. Miedosa. Alejada de los espacios y asuntos públicos. ¿A alguien se le ha ocurrido preguntar qué es lo que socializan los jóvenes cuando conversan sentados en una hielera? Sorprende que sean los políticos los promotores de ese alejamiento del espacio público. Pero volvamos al punto. 

Matriz 

Javier Torres, un sociólogo costarricense, dice acertadamente que la arquitectura del miedo está construida en una matriz que tiene como vértice el miedo y el consumo. Ergo, tengo miedo en la sociedad en la que vivo y consumo bienes que me brindan la sensación de seguridad y confianza. Me compro alarma y ganó la sensación de tranquilidad. Vivo en cotos privados y estoy con gente afín. Me reúno en casa con los familiares y amigos y de esta manera estoy mejor que con extraños. Sin embargo, este tipo de prácticas llevan al aislamiento y a la exclusividad. Al individualismo provocado por el marketing. Al urbanismo cerrado. Ese que se caracteriza, entre otros rasgos, por casas aisladas, calles cerradas y comunidades amuralladas. Evidentemente, estos rasgos de la llamada arquitectura del miedo son inimaginables en sociedades desiguales como la nuestra. 

No es lo mismo vivir en el Fraccionamiento El Cid, que en la Colonia Francisco Villa en Mazatlán, aunque sólo los separe los escasos 15 centímetros de anchura de un ladrillo. De un lado están todos los elementos de la arquitectura del miedo del otro tan solo herrería, ladrillos y perros que revelan con sus ladridos la presencia de individuos indeseables. Son las dos caras de una misma moneda citadina. 

Pero, en el fondo es un mismo miedo. La incertidumbre de todos los que salen a la calle igual con sus mayores o menores capacidades defensivas. El que viaja a su trabajo en carro blindado o servicios de seguridad con walkie-toki y los otros que van en el mejor de los casos con la bendición de su casa. O un amuleto. Es la extensión de esa arquitectura del miedo. 

Finalmente, este sociólogo nos presenta las dicotomías discursivas de ese tipo de arquitectura, y como podemos apreciar, los contrastes son evidentes: 

Espacios de Miedo (-) 

Espacio Seguro (+) 

Oscuro y/o gris: no hay color, no hay luz 

Luminoso: colorido, saturación lumínica 

Siempre húmedo y espeso 

Humedad controlada 

Espacios traseros, prohibidos, cerrados. 

Espacios frontales-abiertos (privados-restringidos) 

Marginalidad 

Centralidad 

Desconocido, inesperado, tortuoso 

Familiar, cotidiano 

Deforme por mutilación 

Planificado, controlado 

Mecánico, ruidoso, grasiento 

Orgánico, sigiloso, séptico 

Contaminado 

Inmaculado, potable, salubre 

Brutalmente masculino 

Equilibrio entre masculino-femenino 

Desordenado, irracional 

Ordenado, racional 

En definitiva, vuelvo la mirada a principios de los noventa, España ya no es lo que proyectaba con todas sus luces encendidas y sus mejores galas, la peor muestra de que no lo es, son los cientos de miles de jóvenes que hoy reclaman airadamente las oportunidades que tuvieron sus padres, como tampoco lo son nuestras ciudades aterrorizadas, que dejaron de ser casas de puertas abiertas y se transformaron en espacios que respiran entre el hierro y las alarmas, la incertidumbre y el miedo.

FUENTE: www.noroeste.com.mx