América Latina empezará a verle la cara a China.

 

La relación ingresa en una nueva etapa, con creciente presencia de capitales, gerentes y trabajadores de la potencia asiática en la región. Habrá más interacción pero también conflictos. Escribe Evan Ellis

Hay un dicho en América Latina: que "ganar-ganar", la postura de China hacia la región, significa que los chinos quieren ganar a los latinos no sólo una, sino dos veces. En América Latina, la esperanza de que China represente una gran oportunidad para los países y empresas de la región, como mercado y fuente de crédito e inversión, coexiste con una desconfianza profunda hacia las intenciones de los chinos, las consecuencias de la interacción creciente y la capacidad de la región de organizarse bien para no "perder hasta la camisa."
Hasta ahora, el crecimiento en las relaciones entre China y América Latina no ha requerido el tipo de interacción íntima entre dos países que expone las contradicciones de las agendas y culturas de cada uno, forzando así a decisiones difíciles. El crecimiento del comercio bilateral con China que tanto ha llamado la atención de América Latina, pasando de $10 mil millones en el 2000, hasta aproximadamente  $180 mil millones en el 2010 según el Fondo Monetario Internacional, ha involucrado principalmente transacciones sencillas y distantes; compras de petróleo, soja, hierro y otros productos básicos en los mercados de commodities, y un puñado de traders latinoamericanos viajando a China para llenar contenedores con productos de fábricas anónimas, que luego aparecieron mágicamente en las calles y tiendas de la región, sin que se vea cara ni marca china; salvo la de los fieles residentes que, desde el último siglo, habitan los barrios chinos de las principales ciudades latinoamericanas dándoles el sabor asiático. 


Pero los mismos factores que han impulsado el crecimiento exorbitante del comercio bilateral ahora están llevando la relación hacia una interacción mas intima, con una expansión significativa de la presencia física de empresas y ciudadanos chinos en América Latina y, con esto, un aumento en el interés de los chinos por el entorno en el cual están operando, incluso los aspectos políticos. 




A diferencia del crecimiento en comercio bilateral, la ola de inversión china en América Latina, empezó en serio en el 2009 con adquisiciones multimillonarias, tales como la compra del yacimiento de Peregrino por Sinochem por $3.1 mil millones, la inversión de $7.1 millones en Repsol YPF en Brasil y la adquisición del Bridas en Argentina por $3.1 mil millones. Sin embargo, éstas y otras adquisiciones menores, tales como Omnimex y Emerald Energy en Colombia, Corriente en Ecuador y las minas Toromocho, Rio Blanco, y Galleno en Perú, sólo representan una trasferencia de fondos desde los bancos chinos a accionistas canadienses, estadounidenses y europeos, sin gran impacto en América Latina.  Sin embargo, la próxima etapa, es decir, la explotación de tales minas y yacimientos a través de una inyección de fondos, implicará la llegada de gerentes, trabajadores, e inversiones chinas a la región, a gran escala, y estas operaciones acelerarán fuertemente las oportunidades de aprendizaje y conflicto entre los chinos y los actores locales.

De igual forma, con la maduración de la relación, las empresas de servicio en sectores como logística y construcción -Hutchison, COSCO, China State Shipping Corporation, China Harbor Engineering Corporation y Sinohidro, están aprovechando el respaldo de capital barato chino para ganar cada vez más contratos, con el resultado de que habrá aún más trabajadores chinos en la región.  En el sector minorista, la maduración y proyección internacional de empresas chinas tales como Haier, Huawei y ZTE, las están obligando a invertir en sus propias cadenas de distribución en América Latina. En algunos casos, como el de las automotrices Chery y JAC, o el de las empresas de equipos pesados, XCMG y Sany por ejemplo, éstas están obligadas a invertir en producción final en la región, por los mismos motivos, impulsando a otras empresas a hacerlo: servir a los clientes en una forma más ágil, evitar impuestos, bajar costos de logística e inventario y tener mejor acceso a la tecnología de socios locales.

Pero los nuevos distribuidores y fábricas chinas implican relaciones entre la potencia asiática y América latina no vistas hasta ahora en la escala en la cual ya están ocurriendo: gerentes y técnicos chinos supervisando una fuerza laboral latinoamericana en su propio país, y una nueva vulnerabilidad por parte de las empresas chinas a los vaivenes, cambios políticos y administrativos de la región.

En cierta forma, al resistir importaciones de China y preparar a las industrias latinoamericanas para exportar más hacia allá, los gremios y asociaciones latinoamericanos tales como FIESP (Federación de Industrias del Estado de San Pablo) en Brasil se están preparando para el pasado y no para la etapa por venir, cuando ya las empresas chinas están en sus propios países, como actores políticos y económicos.

El aumento de operaciones, gerentes y trabajadores chinos en América Latina muy probablemente incrementará los aspectos conflictivos asociados a su presencia. Se han visto ejemplos de lo que está por venir, como las frecuentes huelgas en la minería de la empresa china Shougang en Marcona, las protestas violentas contra la petrolera china Petroriental en Orellana, Ecuador, en el 2007, o la huelga de camioneros contra las tiendas chinas en los alrededores de Buenos Aires, en Argentina. El operador  portuario en Freeport, Bahamas, Hutchison-Whampoa, ha sido criticado públicamente por el maltrato de empleados locales, mientras que la empresa de construcción China Harbour Engineering Company ha sido azotada por las protestas por no contratar una cantidad suficiente de jamaiquinos en su mejoramiento del camino entre Kingston y el aeropuerto.

También se puede anticipar que los chinos encontrarán cada vez con más frecuencia las mismas amenazas a su seguridad que también han golpeado a las empresas occidentales en la región; en el 2005, y de nuevo en 2011, petroleros chinos fueron secuestrados por la guerrilla en Colombia. En Tarapoa, Ecuador, en noviembre de 2006, un yacimiento petrolero perteneciente a la empresa china Andes fue atacado por un grupo de radicales que ocuparon el sitio y mantuvieron a los trabajadores chinos como rehenes.  Las empresas chinas enfrentan un dilema, por no confiar en fuerzas de seguridad privada latinoamericana, no tener muchas opciones en cuanto a fuerzas de seguridad privada china y por no querer colaborar estrechamente con las fuerzas de seguridad pública en la región, para no alarmar a los Estados Unidos.

Tales dinámicas harán cada vez más difícil que el gobierno de China continental se mantenga fiel a su postura de no-ingerencia en las políticas internas de sus socios, particularmente cuando se trate de leyes y decisiones con consecuencias para sus inversiones y préstamos dentro de la región, o flujos comerciales importantes para la operación de sus empresas. Con el tiempo, y con la ascensión de la próxima generación de dirigentes chinos, tampoco es seguro que éstos logren resistir la tentación de tomar o evitar decisiones que puedan impactar en aliados fieles en la región, tales como Hugo Chávez de Venezuela y Rafael Correa de Ecuador, de quienes dependen para abrir puertos comerciales estratégicas y para reembolsar los miles de millones de dólares prestados por los bancos chinos.

Si bien el estilo chino de proteger sus intereses en la región es muy distinto al de los norteamericanos, más sutil y menos militar, no significa que sea menos duro. Sólo hay que mirar el uso de su creciente poder económico, por ejemplo, en el cierre a la importación de aceite de soja argentino en el 2010 como protesta ante las barreras arancelarias impuestas por el Congreso de ese país al ingreso de productos chinos. Lo que es cierto también es que, con el crecimiento de China como comprador de bienes latinoamericanos,  inversor y prestamista, su capacidad para proteger sus intereses en la región también sigue creciendo, así como su sofisticación en gestionar las sutilezas del entorno político comercial de la región. Si no es cierto que los chinos "ganan dos veces" en sus interacciones con la región, por lo menos su lucha por proteger sus intereses en América Latina transformará a la región.