Cerca de la medianoche de un sábado un grupo de hombres en mamelucos ingresó a un banco en el equivalente brasileño de Wall Street, saludaron al guardia y dijeron que estaban allí para arreglar la alarma.

Más de 10 horas después habían perpetrado uno de los atracos bancarios más grandes de Brasil, vaciando más de 100 cajas de seguridad para llevarse un botín multimillonario de rubíes, esmeraldas colombianas, antiguos relojes Rolex y dinero en efectivo.

No sonaron las alarmas y los guardias no ofrecieron resistencia alguna. Los ladrones estaban tan relajados, de hecho, que se informó que pidieron comida rápida y luego dejaron los envoltorios junto a sus herramientas: un juego de taladros, un soplete y una sierra eléctrica.

El robo del 27 de agosto al banco Itau Unibanco de la Avenida Paulista de São Paulo y la inútil investigación que tuvo lugar a continuación ponen de relieve los desafíos en materia de seguridad que todavía enfrenta Brasil.

A pesar de los grandes avances en algunas áreas, el crimen sigue siendo una importante traba para la economía, y podría decirse que es uno de los mayores obstáculos entre Brasil y su sueño de alcanzar el estatus de país del primer mundo en la próxima década.

Las consecuencias económicas del problema del crimen en Brasil pueden verse en todos partes -desde los focos de pobreza que hasta ahora han sido eludidos por el prolongado auge económico, a sectores menos obvios, como prolongada caída en las manufacturas brasileñas.

Una de las primeras cosas que los visitantes perciben en las grandes ciudades brasileñas es la increíble cantidad de guardias de seguridad privada vigilando hoteles, restaurantes, edificios de departamentos -virtualmente cualquier lugar en donde haya dinero.

Los costos son enormes. En total, los brasileños gastan casi tanto al año en seguridad privada -aproximadamente 8.000 millones de dólares- como lo que gastó en total el Gobierno estadounidense en contratistas de seguridad como Blackwater durante los primeros años de la guerra en Irak, según datos del mayor sindicato de guardias privados de Brasil y la Oficina Presupuestaria del Congreso de Estados Unidos.

También hay gastos menos obvios vinculados a la seguridad, como las altas pólizas de seguros. Ejecutivos en São Paulo, la capital comercial de Brasil, han gastado una fortuna incalculable en una de las más grandes flotas de helicópteros y autos blindados del mundo para tratar de evitar asaltos.

Incluso los famosos embotellamientos de la ciudad, que cuestan miles de millones de dólares al año en productividad perdida, son en parte consecuencia del crimen, ya que las personas que están demasiado asustadas de usar el transporte público eligen en cambio pasar horas al día en sus automóviles.

Si se suma todo eso, la seguridad se ubica, junto a los altos impuestos y la enorme burocracia, como uno de los mayores elementos del denominado "costo brasileño" -los altos gastos operativos que hacen que los productos brasileños sean más caros en comparación a los de otros países.

Los funcionarios probablemente deberán dominar mejor el problema si la presidente Dilma Rousseff se propone cumplir su objetivo de convertir a Brasil en un país de clase media para 2020.

"La tendencia es positiva (...) pero hay una enorme cantidad de trabajo por hacer aún, y el costo para la economía, en tanto, es sustancial", dice Geert Aalbers, gerente general para Brasil de Control Risks, una consultora en seguridad.

ESPERANZADORA CAIDA DE TASA DE HOMICIDIOS

Resulta difícil determinar qué fue más tenebroso -si el atraco mismo al Itau Unibanco, o la investigación que vino a continuación.

Por motivos que no están claros, la policía no comenzó su investigación hasta aproximadamente una semana después del robo, según le dijo a Reuters una fuente cercana a la pesquisa bajo condición de anonimato.

Los dos guardias de servicio dentro del banco no fueron entrevistados por la policía hasta 11 días después del golpe, manifestó la fuente.

Uno de los cerca de 12 ladrones ha sido atrapado desde entonces. Sin embargo, eso ha hecho poco por acallar las especulaciones en medios brasileños respecto a que la policía estuvo de algún modo involucrada en el robo -especialmente dada la escalofriante confianza con la que actuaron los ladrones.

Marcos Carneiro, un funcionario de alto rango de la policía civil de la ciudad, admitió que la investigación había estado plagada de "fallas operativas", pero negó la participación policial en el crimen.

Más allá del caso Itau Unibanco, funcionarios paulistas reconocen problemas, pero también resaltan importantes avances -principalmente los homicidios, que han bajado un 75 por ciento en la última década.

El índice de homicidios de São Paulo, en 9,9 personas de cada 100.000, ahora es mejor que los de muchas ciudades estadounidenses, como Nueva Orleans (51,7), Washington D.C. (24,0), y Houston (12,6).

Antonio Ferreira Pinto, el jefe de seguridad pública del estado de São Paulo, atribuye la mejoría a los avances en tecnología, mayores presupuestos para la policía y a las políticas cívicas que reducen el crimen, como los horarios de cierre temprano de bares en distritos conflictivos.

"Nuestra gran prioridad desde la década de 1990 han sido los homicidios, y necesitamos concentrarnos en eso por sobre todas las cosas. Nuestra próxima prioridad es el crimen, sin duda", dijo Ferreira Pinto.

São Paulo es claramente más segura que hace una década. La evidencia no solo está en los datos, sino en las escenas de la vía pública: un tren lleno de pasajeros usando sus iPhones, juerguistas de clase media caminando tarde por el centro y otras imágenes de vida urbana normal que eran difíciles de encontrar hace poco tiempo.

A nivel nacional, la cantidad de robos a bancos ha caído en la última década -de unos 3.000 al año a solo 343 en 2010, según la principal federación bancaria de Brasil.

El progreso en materia de seguridad ha sido aún más dramático aún en ciertas zonas de Río de Janeiro, donde el índice de homicidios también ha caído, y los bancos y otras instituciones están abriendo sucursales en barrios conflictivos por primera vez.

La robusta economía brasileña, que en la última década ha sacado a 40 millones de personas de la pobreza, ha reducido la desigualdad social y el desempleo.

"Las cosas están mejorando lentamente, especialmente en las grandes ciudades. Por primera vez hay un alineamiento entre los niveles del Gobierno que han hecho (del crimen) una prioridad", dijo Nivio Nascimento, funcionario en Brasil de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés).

 

FUENTE: noticias.terra.com.pe