Videocámaras sobresaltadas.- A falta de sismógrafos, buenas son las cámaras de seguridad. A las 3.59 de ayer, los 57 monitores de la central de control de 24 de Septiembre y 9 de Julio registraron el temblor y dieron una idea de su intensidad. En la cinta grabada en la esquina de 9 de Julio y San Lorenzo se puede apreciar cómo se sacudió el poste del semáforo. El video está disponible en LAGACETA.com
Remera vieja y short.- Algunos salieron a la calle tal como estaban en la cama: con pijama o abrigados con remeras viejas y shorts. Para ellos, el miedo fue más fuerte que la vergüenza. Otros, en cambio, tuvieron más en cuenta su imagen que la seguridad y se tomaron un tiempo para vestirse antes de salir a la vereda.
El taxista se pegó un buen susto.- "Estaba por abrir la puerta para irme a trabajar cuando se produjo el temblor. Inmediatamente grité para que mi mujer y los chicos se despierten. Salimos lo más rápido posible a la vereda", relató el taxista Carlos Montero.
Como las olas del mar.- Vanesa vive en el piso 12 de un edificio de 9 de Julio y San Lorenzo. "Como todo el mundo, mi marido, mi nena y yo estábamos durmiendo. De repente sentí que la cama se movía como las olas del mar, que los vidrios temblaban y que los adornos de las repisas se caían. Desesperada y a los gritos los desperté a todos y bajamos corriendo las escaleras. En cada piso escuchábamos a los vecinos gritar desesperados. La vereda estaba llena de hombres en pijama y de mujeres en camisón", describió la mujer.
Un imán de información.- Durante toda la mañana, la pantalla ubicada en la galería de LA GACETA, en la que se exhibe LA GACETA.com, fue una especie de imán para los transeúntes (foto). La gran mayoría de ellos había sentido el temblor y buscaban información detallada y precisa de lo que había ocurrido.
De acá para allá.- Juan Pablo Briga vive en el piso 14 de un edificio ubicado en Muñecas y Corrientes. Está acostumbrado a los temblores (en los edificios altos se sienten con más intensidad). Sin embargo, en la madrugada de ayer se llevó un buen susto. "Con mi familia siempre estamos alertas a los ruidos extraños. Por eso, enseguida nos dimos cuenta de lo que estaba pasando. No perdimos el tiempo y bajamos por la escalera. Yo sentía que no podía hacer pie y que perdía la estabilidad. Además, me parecía que el edificio se movía de acá para allá. En la planta baja, mucha gente había entrado en pánico", recordó el joven de 26 años.
Del susto a la diversión.- A medida que los nervios fueron pasando, los adultos comenzaron a regresar lentamente a sus casas. Los que se quedaron más tiempo en la calle fueron los jóvenes. En Crisóstomo Alvarez al 400, grupos de chicos y chicas (en su mayoría estudiantes universitarios de otras provincias) llenaron la noche con sus risas, gritos y anécdotas. Para ellos, el susto inicial por el temblor se convirtió rápidamente en la alegría de una noche en vela cargada de adrenalina.
Los que no volvieron a dormir.- Lógicamente, a muchos les costó volver a conciliar el sueño después del tremendo susto. Un buen rato después del temblor era posible ver en los edificios del centro innumerables ventanas iluminadas. En algunas se percibía el resplandor del televisor encendido; en otras se escuchaba música y no faltaba el fumador solitario que pitaba un pucho con la mirada perdida en la noche que, de a poco, iba retomando su tranquilidad habitual.
FUENTE: www.lagaceta.com.ar