"Ahora nadie se pierde", consagró el presidente de Google, Eric Schmidt, en el último Mobile World Congress, que se realizó en Barcelona. Se refería a las cientos de posibilidades de geolocalización que ofrecen hoy los teléfonos inteligentes y las redes sociales utilizadas en dispositivos móviles.
Si a esto le sumamos la cantidad de cámaras de seguridad que pueblan las ciudades, el gran volumen de transacciones económicas de poco valor que se hacen por medios electrónicos, -como por ejemplo sacar un boleto de colectivo o un pasaje de subte- y la posibilidad de que algún conocido tome una fotografía en la que aparecemos, la publique en Facebook y alguien nos etiquete... lo cierto es que cada vez son menos las actividades que los habitantes de las metrópolis pueden realizar sin que esto genere información en códigos binarios. Es decir, un rastro informático.
Sin caer en la paranoia, debe reconocerse que ciertas prácticas que en otras épocas podrían haber sido interpretadas como una invasión a la intimidad, hoy son socialmente aceptadas, en nombre de las nuevas tecnologías y de la seguridad.
Hoy nadie discute la utilidad de la instalación de cámaras de seguridad o de la virtualización de transacciones comerciales. Las antenas de los teléfonos celulares han permitido en muchos casos policiales localizar a los autores de un delito. También es cierto que cada vez son menos los fundamentalistas que se niegan a llevar un teléfono celular a cuestas, para no perder independencia. "No quiero que puedan ubicarme las 24 horas", era el argumento. En contrapartida, cada vez son más los usuarios que se inclinan por teléfonos inteligentes que, sin que ellos quieran, rematan sus mails con la línea "Enviado desde mi BlackBerry". Y también que incorporaron a su vida el dar cuentas de su localización geográfica en tiempo real.
FourSquare, por ejemplo, es una red social en la que el "dónde estoy" se convirtió en el mensaje. Pero no es la única. Twitter también cuenta con una función de geolocalización. Al abrir una cuenta en Twitter, el navegador pregunta si uno quiere compartir su ubicación y al aceptar Firefox o Chrome recopilan información sobre los puntos de acceso inalámbrico cercanos y la dirección IP de nuestra computadora. Envía esa información al proveedor de servicios de relocalización predeterminado, Google Location Services, para obtener una estimación de nuestra ubicación, que según la ciudad puede alcanzar una precisión de metros. Los especialistas desaconsejan esta función. También Facebook tiene su servicio de geolocalización, que se llama Places, y que desde febrero está disponible en Estados Unidos y en Europa. En el mundo, ya son 500 millones de personas que usan sistemas de geolocalización.
FUENTE: www.lanacion.com.ar