El 11 de abril los terroristas hicieron explotar una bomba en el corazón de la capital bielorrusa. La estación de metro Oktiábrskaia se encuentra a tan sólo 100 metros de la residencia presidencial. La plaza de Octubre es también el kilómetro cero de Bielorrusia y el cruce de las dos únicas líneas del metro de la capital. Por las noches los jóvenes de Minsk se reúnen aquí durante todo el año. Es también aquí donde los partidos y los movimientos de la oposición suelen organizar sus acciones de protesta. La plaza siempre está llena de gente, pero cada metro cuadrado está controlado por cámaras de seguridad y siempre hay policía antidisturbios. Este es el lugar de Minsk en donde menos se esperaba un atentado terrorista, si es que alguien podía esperar un atentado en Bielorrusia.

El pasado jueves la KGB bielorrusa anunció que había detenido a dos de los presuntos autores del delito. En las notas de prensa de los servicios especiales se decía que la explosión había sido manipulada por un tornero y un cerrajero procedentes de capitales provinciales. Vadim Záitsev, presidente de la KGB bielorrusa, expuso dos versiones del atentado: por un lado, la “desestabilización de la situación en Bielorrusia” con participación de jóvenes extremistas, y por otro, la de una acción aislada perpetrada por una persona enferma "no sólo desde el punto de vista psíquico sino también por sus ambiciones personales". "No quiero señalar quién está detrás de los intentos de desestabilizar la situación, pero es evidente que hay fuerzas que no están contentas con la forma de vida de la sociedad bielorrusa. Se trata de un intento de sembrar el miedo, el pánico y la irritación hacia las fuerzas del orden público y, por consiguiente, hacia las autoridades del país", afirmó el general Záitsev. Hay que admitir que el intento tuvo sus frutos. Al día siguiente alguien vio humo en un autobús en la estación Vostóchnaia, e inmediatamente se difundió por Internet que había habido otro atentado.

 

La policía detuvo entonces a tres bloggers acusados de difundir rumores y crear pánico. Por su parte, la Fiscalía General llamó al orden al líder del movimiento “Por la Libertad”, Alexánder Milinkevich, al redactor del periódico “Solidárnost”, Alexánder Starikevich, y al ex funcionario del KGB Valeri Kostko por “difundir información infundada sobre los trágicos acontecimientos del metro de Minsk". Además, la fiscalía incluyó en la lista de páginas web extremistas a dos de las páginas más populares del país, "Khartia97" y "El partisano bielorruso", lo que obligó a los proveedores a bloquear su acceso desde las instituciones públicas. Sin embargo, las autoridades han sido incapaces de calmar la situación. La onda expanisva ha entrado en resonancia con el ambiente que reina en la sociedad.

 

Bielorrusia lleva varios meses imbuida en un ambiente de lucha encarnizada contra sus enemigos, tanto internos como externos. Desde el 19 de diciembre de 2010, cuando Alexánder Lukashenko volvió a ganar las elecciones presidenciales y dispersó de manera violenta las protestas de sus adversarios políticos, la represión contra el movimiento opositor no ha cesado. Miles de personas han sido sometidas a interrogatorios por parte de la KGB y del Ministerio del Interior y cientos de personas han sido encarceladas. Surgieron presuntos delincuentes que nunca habían cometido delito alguno, hay personas que pasan meses en prisión por no estar de acuerdo con la política de Lukashenko. Las represiones a gran escala en contra de inocentes provocan, tarde o temprano, desesperación y agresiones, aunque no hay nada que pueda justificar la monstruosidad de un atentado.

 

Estaba previsto que al día siguiente al atentado los ministros de Asuntos Exteriores de la UE se reunieran para hablar del endurecimiento de las medidas y para comenzar las sanciones económicas como medida de presión contra Lukashenko. Por su parte, la situación económica en el país vuelve a ser crítica. Como se espera una devaluación del rublo bielorruso, la gente acude en masa a las oficinas de cambio. Los bancos han suspendido las operaciones con tarjetas de crédito y no se conceden créditos. Minsk pidió a Rusia que le concediera un crédito urgente de 3.000 millones de dólares, y Moscú no se ha apresurado en dar una respuesta. En cambio, la tragedia supuso una serie de cambios. 24 horas después de la explosión, fueron acordados los parámetros del crédito. Moscú no iba a dejar a su aliado en una situación tan trágica. Se enviaron a Minsk artilleros experimentados del Servicio Federal de Seguridad (FSB) y a psicólogos del Ministerio de Situaciones de Emergencia para ayudar a sus homólogos.

 

Los expertos temen el endurecimiento del régimen. Suele resultar bastante drástico pasar de una situación de la estabilidad y tranquilidad a un escenario marcado por la amenaza terrorista. Aunque en 2008,estalló una bomba parecida en Minsk durante un concierto en presencia del presidente durante la celebración del Día de la Independencia. Afortunadamente no hubo que lamentar víctimas mortales. Después de aquello se tomaron las huellas dactilares a prácticamente todos los hombres en edad de hacer el servicio militar, aunque los autores del delito no llegaron a ser identificados. "Si no encuentran al autor, se echarán encima de la oposición", suspira con tristeza Liudmila Denisenko, de Brest, directora del departamento local del Partido Comunista de la oposición. El 11 de abril no estaba en la capital, pero ya la han llamado de la KGB para interrogarla respecto al atentado. Este tipo de situaciones son cada vez más numerosas.

 

FUENTE: rusiahoy.com