Los sobrecargos, volaron en calidad de pasajeros, incluso compraron sus boletos como cualquier otro turista para abordar el vuelo México-Madrid, pero al margen de ello debieron someterse a todas las revisiones reglamentarias. Sin embargo, las burlaron en el aeropuerto capitalino y fueron detenidos en el Aeropuerto de Barajas, en Madrid, España.
El pasado 31 de julio la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos degradó a México a la categoría 2 en materia de seguridad aérea, al encontrar que los procedimientos aplicados en los aeropuertos mexicanos no eran acordes con los estándares internacionales. Dicha degradación impactó la economía nacional y, más directamente, a las aerolíneas mexicanas, pues se traduce en la imposibilidad de éstas de solicitar nuevas rutas hacia y desde Estados Unidos y, por ende, en la disminución del turismo internacional.
El gobierno mexicano, de acuerdo al subsecretario de Transportes de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, Humberto Treviño Landois, invirtió 500 millones de pesos para retomar la categoría y reforzó los controles en los aeropuertos para adaptarlos a los estándares internacionales.
A pesar de esto, una semana después de la entrada en vigor de las nuevas disposiciones y la reclasificación de México en materia de seguridad aérea para retomar la categoría 1, los tres sobrecargos mostraron la vulnerabilidad de la misma.
Pero más aún el miércoles 1 de diciembre viajé en el vuelo 910 de Aeroméxico, en la ruta México-Monterrey, a las 9 de la mañana, y viví el siguiente incidente: al estar abordando la aeronave un individuo sube a la misma, se ubica frente al asiento 1C y, en lo que esperaba que el pasajero que viajaba en el asiento de la ventilla terminara de acomodar su equipaje de mano, recibe una llamada en su celular y le dice la sobrecargo que siempre no viajaría y abandona la aeronave.
Al momento de hacer el control del total de pasajeros, el personal de tierra hablaba de 99 personas, entre pasajeros y tripulación, y la sobrecargo responsable del vuelo le dijo 98, pero añadió: "está bien porque un pasajero subió y bajó del avión, así que no hay ningún problema; yo lo vi que estaba aquí, frente al lugar que supuestamente le correspondía, que nunca pasó a la parte trasera del avión y que no colocó nada en ninguno de los portaequipajes superiores".
El protocolo de seguridad para que un pasajero que ya pasó el módulo de abordar -ni siquiera que haya abordado el avión, simplemente que pase el módulo de abordar- es muy estricto, para evitar que alguien que no viaje en el avión logre introducir carga al mismo, sea de mano o documentada, es decir, se debe confrontar que todo el equipaje documentado y de mano corresponde con un pasajero que abordó el avión, pues de lo contrario la seguridad del vuelo está en riesgo.
Al enterarse del incidente, el piloto del avión correctamente se negó a despegar hasta que seguridad hiciera una revisión exhaustiva o se identificará plenamente al pasajero; como el pasajero literalmente desapareció, pues no había registro de la vía que siguió para abandonar la terminal aérea (lo cual resulta absurdo, pues durante el abordaje sólo debe haber una vía para subir y bajar, no puede haber otras puertas abiertas, para evitar que alguien únicamente se registre pero no viaje), nos bajaron a todos los pasajeros del avión, con todo nuestro equipaje de mano, para que seguridad revisara que el multicitado pasajero no había dejado algo en la aeronave; pero, aunque nos confinaron en un recinto cerrado, cuando volvimos a abordar la aeronave no volvieron a capturar electrónicamente los pases de abordar.
El procedimiento de seguridad que se siguió permitió descartar que el pasajero haya introducido algún equipaje de mano al avión; pero no que lo hubiese documentado, pues al no identificarlo a través de las cámaras u otro tipo de registros ni poder confrontar electrónicamente las dos listas de pasajeros (la del primer abordaje y la del segundo) y a través de ello detectar el nombre del pasajero y confrontar sí había o no documentado equipaje, ese riesgo se mantuvo. Afortunadamente llegamos a nuestro destino, con una hora de retraso, pero con bien.
Pero el hecho sirve para ilustrar la vulnerabilidad de nuestros sistemas de seguridad, porque en México no estamos acostumbrados a seguir protocolos estrictos (no únicamente en materia de seguridad, sino en casi todos los procesos y procedimientos repetitivos) como es evidente en las grandes diferencias que enfrentamos al cruzar los puestos de seguridad en los distintos aeropuertos mexicanos.
El viernes pasado, Juan Molinar, Secretario de Comunicaciones y Transportes, declaró al diario regiomontano El Norte: "...debe haber habido complicidad humana, no creo que haya sido una falla de los sistemas en sí, sino que alguien debe haberla dejado pasar."
Por la experiencia relatada en los párrafos superiores, afirmó que el problema es doble: fallas en los sistemas, como el incidente que narro; y la complicidad de los responsables de la seguridad en los aeropuertos. Ya recuperamos la categoría 1 y eso sin duda redundará en beneficios a la economía nacional; pero la seguridad aérea sigue tan endeble como siempre.
FUENTE: www.elsiglodedurango.com.mx