Qué Pasa
El retrato filmado del crimen
Las cámaras de seguridad, un recuerso popular pero que no frena las rapiñas



Están en todas partes. Aunque no hay datos -ni oficiales ni extraoficiales- de cuántas cámaras de seguridad o vigilancia se han ido instalando en los comercios uruguayos, nadie duda que son cada vez más. Se las ve en cualquier despensa de barrio, aunque su eficacia es puesta en duda a la hora de disuadir a los delincuentes. Se han convertido, eso sí, en la cara visible del delito: esas imágenes tirando a borrosas que se repiten en los noticieros.

"Todos los años vendemos un 15% más sistemas de vigilancia con cámaras", dice a Qué Pasa, Gerardo Rocca, gerente comercial de ADT, una empresa de seguridad

El importador y vendedor Camilo Taborelli, de la compañía SVideo, confirma que se venden cada vez más, y que los costos para adquirir e instalar una o más cámaras han descendido lo suficiente como para que muchos más comerciantes puedan acceder a ellas.

"Hoy estamos detectando una demanda significativa entre particulares que desean instalar sistemas de vigilancia electrónica en sus hogares", un dato que confirma Carlos Moreira, el presidente de la Cámara de Instaladores de Sistemas de Vigilancia Electrónicos (Cipces).

Hace pocos años, las cámaras de vigilancia eran consideradas como una de las maneras más eficaces y baratas para disuadir el delito. El agresor, al constatar su presencia, dejaría de cometer el delito porque sabría que quedaría escrachado. La realidad se encargó de derribar a la teoría: los delincuentes actúan como si no estuvieran.

El caso que conmocionó a la opinión pública -el asesinato del "planchero" de La Pasiva de 8 de Octubre y Garibaldi- dejó claro que el efecto disuasor de una cámara es en extremo relativo. "Antiguamente era un mecanismo de disuasión. Hoy no funciona como tal", dice el experto en seguridad, Fernando Andión, de la empresa KetLark.

Andión agrega que la cámara de vigilancia es la primera de cuatro "D". "Cualquier procedimiento de seguridad para un empresa se basa en el concepto de las 4 D -Disuadir, Detectar, Demorar y Detener- donde al tiempo de reacción de la detención debe ser menor o igual a la suma de tiempo en que se detecta y se reacciona. De esa forma se consigue detener la amenaza". El resultado de ese cálculo omite a la primera D, la de disuasión.

El importador y vendedor de cámaras de vigilancia Camilo Taborelli opina lo mismo que Andión pero matiza: las cámaras no disuaden, al menos no a todos. "Quien está decidido, no tiene en cuenta si hay cámaras o no", dice Oscar Badalán de la empresa Selectron. "Y aunque sea obvio señalarlo, muchas veces se lo decimos a nuestros clientes. Un sistema de vigilancia electrónica no evita nada. No se le puede mentir al cliente".

"Yo puedo poner 20 cámaras, pero a 20 enajenados no les va a importar nada", dice el portavoz de la Jefatura de Policía de Montevideo, José Luis Rondán.

Pero Moreira, el directivo de Cipces, no tiene una visión tan pesimista sobre el poder de la cámara de video como método para hacer pensar dos veces antes de cometer un delito. Para él, la proliferación de cámaras es un indicador de que, más allá de precios más accesibles, se trata de un elemento del cual no se puede prescindir a la hora de invertir en la seguridad de cualquier establecimiento comercial.

La cámara, por otra parte, es insuficiente por sí sola. Los recursos humanos deben complementar el registro, de acuerdo a los expertos consultados.

De poco sirve que una cámara funcione si no hay alguien que siga -preferentemente en tiempo real- lo que está pasando.

Según Andión la cámara debería estar en la puerta cuidando el entorno. "Si se ve algo sospechoso, como un par de personas con apariencia desconfiada en una moto, o rondando el lugar, eso debería generar una toma de decisiones, como bloquear una puerta, accionar a un guardia interno", dice. Eso pocas veces sucede.

Además, hay otros factores que deben tenerse en cuenta para incrementar el ya mermado efecto disuasor de la cámara. El primero, dice Taborelli, debería ser instalar la cámara al nivel de la cara. "¿Cuántas veces se han visto por televisión grabaciones de atracos o rapiñas tomadas desde arriba?", dice el importador. "El agresor se pone una gorra, un casco o una bufanda y eso hace mucho más complicada su identificación".

En ese punto empieza a importar la segunda función de la cámara cuando se usa en el contexto de la seguridad pública: el esclarecimiento del crimen. También en este aspecto se ha perdido buena parte de la confianza en la herramienta. Hoy, al decir de Rondán, es "un elemento más", uno que por lo general se complementa con métodos con algo más de tradición: la declaración de los testigos, el aporte de algún informante.

Sin esos elementos, la Policía muchas veces se encuentra en un callejón sin salida. "Me acuerdo de un hecho en el cual delante de la cámara de video había un aviso de una rebaja de porotos", dice Rondán. "Con todo, la cámara ayuda a la policía para sacar al delincuente de la calle".

Y, como trascendió el miércoles, también pueden aportar datos cuando se trata de resolver casos estancados por la falta de testimonios fiables o demasiado contradictorios. Según lo que informó el diario UNoticias, el registro de un video hasta ahora desconocido -tomado por una cámara de un edificio- podría servir para acercarse a resolver las interrogantes sobre la muerte de Martín Pino en la rambla -en la zona cercana al Parque Rodó- ocurrida el 5 de febrero y aún no aclarada.

COSTOS Y RIESGOS. En el marco de una política de seguridad, la cámara tiene muchos usos, agrega Rocca, pero lo importante es identificar las necesidades de cada lugar. No es lo mismo, añade, un lugar como La Pasiva o como el edificio Greenfield, donde se registró el robo de dos cajas fuertes por dos personas, un caso que aún sigue sin resolverse. "Ahí, una alarma y no una cámara probablemente hubiese sido más eficaz para impedir el hurto".

Desde el Poder Judicial, que usa los registros como evidencia, se repite la queja de que a menudo están instaladas en lugares que no son los más apropiados, pero también se señala que la calidad de las imágenes deja bastante que desear.

El presidente de la Asociación de Fiscales de Uruguay, Carlos Negro, dice a Qué Pasa que si bien se filma el hecho, a menudo, "la calidad del video es mala. En ese caso el valor de la prueba es prácticamente nulo. Otras veces pueden estar apagadas o rotas, tienen que tener un buen mantenimiento".

Es que si bien es cierto que los precios de las cámaras han bajado bastante -se puede acceder a una por aproximadamente 800 pesos, unos 40 dólares- también es cierto que la calidad rara vez es barata.

"Una sola cámara de buena calidad te puede costar 1.500 dólares. Imaginate si vas a instalar un sistema de cuatro o cinco cámaras", dice Taborelli, el director de SVideo. A veces, además, se presupuesta el grabador -DVR en la jerga- aparte. En total, un sistema de una calidad que supere el promedio puede costar más de 5.000 dólares, una barrera que deja a muchos comercios afuera.

Si a eso se le agrega el costo de tener a uno o más empleados que sigan en tiempo real lo que el lente capta, los costos pueden terminar resultando prohibitivos para un comerciante barrial.

Por eso, básicamente, la cámaras se usan para problemas mucho menos violentos: la deslealtad de los empleados y el descuidismo de los clientes.

"Muchas veces controlan más al personal propio de las empresas, los robos o las faltas internas, que las amenazas externas", dice Andión.

Badalán, en tanto, aporta que esa función también explica buena parte de la demanda de sistemas de vigilancia electrónica y que son muchas las empresas a las que les interesa tener un monitoreo sobre las actividades de sus empleados, por múltiples razones, desde aspectos relacionados con evitar robos o estafas como para prevenir o aclarar accidentes en el ámbito laboral.

Ya sea para vigilar al mundo exterior con sus múltiples amenazas o para ejercer un control más cercano puertas adentro, las cámaras de vigilancia se han vuelto una manera de retratar la inseguridad que ganó al país.

1.500
dólares puede costar una cámara de vigilancia de calidad, según un empresario del rubro.

3 PREGUNTAS
GABRIEL KAPLÚN (Director de Licenciatura de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de la República)

La secuencia de la muerte del trabajador de La Pasiva registrada por las cámaras se emitió cerca de 50 veces en TV. ¿Qué opina sobre eso?
Este es un debate que tenemos pendiente: qué es ético mostrar, qué códigos, si algunos, deberían regir el trabajo de los medios, qué cosas conviene mostrar y qué cosas no. Esto ha sido muy débilmente abordado en Uruguay y se impone hacerlo.

¿Usted habla de regular la labor de los medios de comunicación?
Puede ser un camino, pero siempre es preferible que los medios tengan esa discusión internamente y que, en todo caso, lleguen a una autorregulación. Lo ideal es que ocurra eso. Sobre eso se habló mucho en todas las discusiones que hubo entre todos los actores cuando se trabajó en una ley de medios.

¿Eso no puede ser interpretado como un intento de censura?
Cuando todos los involucrados -medios, políticos, expertos- discutieron estos temas para aportar insumos para una eventual ley de medios, hubo acuerdo en que el camino a recorrer es el de la autorregulación y que siempre se trataría de un contralor posterior, no previo.

UN COMANDO OFF-LINE
Cámaras oficiales
Se viene anunciando desde que Daisy Tourné era ministra del Interior, pero el Comando Unificado, que permitiría vigilancia y respuesta a delitos, accidentes de tránsito, motines u otras situaciones sigue sin dar señales de vida. Con equipos de la empresa china ZTE, Montevideo contaría con un centro de videovigilancia moderno. Nada de eso ha ocurrido, a pesar de que el Ministerio del Interior ha anunciado más de una vez que "pronto" se pondría en marcha. La ausencia de un comando de video en Montevideo llama la atención de expertos en seguridad y tecnología, que miran hacia Buenos Aires y ven cómo un comando así se instaló allí en menos de un año.

FUENTE:Diario El País